Un viernes cualquiera sales del trabajo o de la escuela, llegas a casa, te pones pijama, pides comida a domicilio y prefieres quedarte en casa viendo películas que asistir a la reunión (virtual, porque pandemia) que organizó uno de tus conocidos. Acciones tan pequeñas como la decisión que tomas un viernes por la tarde conforman nuestra pequeña y acogedora zona de confort.
Dicha zona es nuestro lugar seguro, en el cual tenemos la certeza de que si estiramos la mano a la izquierda encontraremos el control de la televisión, si decidimos bajar el pie del sillón estarán nuestras pantuflas, dominamos el espacio y sabemos qué sucederá con cada acción que realicemos. De vez en cuando, nuestra zona de confort puede ser un salvavidas gigante para una semana pesada, pero ¿qué sucede si en vez de casa de descanso, la utilizamos como vivienda permanente?
Los logros más grandes, los inventos más sorprendentes e inclusive las lecciones más importantes jamás se encontraran al alcance de la mano, siempre conllevarán riesgos y aventuras. Es cómodo saber qué sucederá, la incertidumbre es la mayor productora de ansiedad en nuestros tiempos; pero si jamás nos atrevemos a dar un paso extra, nunca sabremos lo hermoso que es el mundo fuera de nuestras cuatro paredes de confort.
Decreta hoy como el día en que darás aunque sea un vistazo hacia afuera, pequeños pasos diarios pueden llevarte más lejos de lo que crees.
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