El primer paso es aceptar la herida como parte de nosotros, a veces nos sentimos mal con algo o simplemente incómodos pero no podemos señalar con certeza qué es lo que nos lastima. Aprende a estar en contacto contigo mismo, dialoga y conócete. Ponerle nombre al sentimiento o a la herida es el primer paso para aprender a sanarla.
Sé consciente de qué causó esa herida; a veces podemos ponerle nombre al sentimiento, pero no sabemos qué lo produjo. En el autoconocimiento tendremos siempre altas y bajas, no todo es sencillo pero al final será sumamente útil y satisfactorio. Entiéndete a ti mismo, hurga en tu mente hasta dar con lo que dejó esa herida en ti. Sé consciente de que es algo que ya sucedió y el día de hoy no puede dañarte. Respira profundo y déjate sentir el hoy y el ahora, date cuenta de todo lo que todo lo que ha sucedido para que llegues aquí te ha hecho más fuerte y te ha dado nuevas herramientas para forjar tu futuro.
Perdona y deja ir; perdona a quienes te dañaron y perdónate a ti por haber perpetuado su daño. No es fácil transformarnos, dejar atrás viejos hábitos o entender nuestro sentir y nuestras reacciones, pero un granito de arena diario hace la diferencia al final de hacia dónde se inclina la balanza. Aprendamos a soltar, a sanar para poder crecer y transformarnos.
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