Como ya lo habíamos discutido, somos lo que comemos. Es simple comprender que la materia no se crea sino que fue algo previamente que se transformó. Así sucede con cada cucharada, cada bocado que ingerimos, se transforma en nuestro cuerpo.
Las palomitas se transforman de un grano de maíz a palomita gracias al calor; ese conjunto de almidón es molido por nuestros dientes, pasa a nuestro sistema digestivo para posteriormente ser absorbido y transportado al torrente sanguíneo como una partícula diminuta que llamaremos nutriente. Dicho nutriente cumple funciones específicas en diferentes órganos y tejidos, pero ¿qué sucede cuando comemos mil palomitas? El almidón es una de las tantas presentaciones de los carbohidratos; no requerimos mil palomitas para funcionar, tal vez 50 palomitas harían el trabajo dependiendo de nuestro requerimiento personal. Las 950 palomitas que nos sobraron circularán por nuestro organismo y como ningún otro tejido las requiere, se almacenarán. Ya que el cuerpo no almacena palomitas ni almidón, se guardarán en forma de grasa. Tal vez se almacenen entre nuetros órganos y jamás notemos la grasa extra, pero a veces se almacenana al rededor de la panza, en los brazos, las piernas o los cachetes.
Hoy es un buen día para empezar a cambiar nuestros hábitos; comer porciones más pequeñas o simplemente optar por la opción saludable. Estamos acostumbrados a los excesos incluso a la hora de comer. Beber más agua natural, hacer un poco de ejercicio aunque sea caminar y cuidar nuestra alimentación deben ser las bases de nuestra vida cotidiana.
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